sábado, 27 de diciembre de 2014

OPINIÓN: MIGUEL POVEDA: CRÍTICA MUSICAL DE MARIAN PIDAL.

MIGUEL POVEDA,
CRÍTICA MUSICAL
DE UNA
ANTOLOGÍA FLAMENCA
MARIAN PIDAL







 
La semana pasada, coincidiendo con las fiestas ovetenses de San Mateo, el cantante y compositor Víctor Manuel protagonizó dos macroconciertos para celebrar su medio siglo de vida en los escenarios.
 
Para la ocasión, se rodeó de compañeros de profesión que, además, forman parte de su círculo de amigos. Entre ellos estuvo el cantaor Miguel Poveda arrancando calurosos aplausos del público;  derramando sentimiento, jondura y dominio escénico.
 
En 2008 tuve la oportunidad de escuchar a Poveda en un emotivo recital. Entonces, escribí la crítica que incluyo a continuación:
 
'ANTOLOGÍA FLAMENCA'
 
Miguel Poveda lleva camino de convertirse en un cantaor enciclopédico. Domina con holgura todos los palos sin caer en la arrogancia. Su personalísima forma de cantar responde a la influencia de los grandes y al afán de innovar que caracteriza a los creadores inquietos y perfeccionistas. Escuchar a este cantaor, payo y catalán, significa seguir la huella de Morente, Pastora y La Perla, pero también descubrirse ante un cante nuevo capaz de fusionar raíces ancestrales con la modernidad de Amargós y Romero. Poveda es un cantaor cálido que convierte lar a este cantaor, payo y catalán, significa seguir la huella de Morente, Pastora y La Perla, pero también descubrirse ante unas tablas de un teatro o el rincón íntimo de una peña en un reducto entrañable y conciliador. Todos los auditorios se transforman en su particular territorio flamenco.
 

Poveda se presentó el viernes en el Teatro Filarmónica dentro del ciclo de conciertos que la Universidad de Oviedo ha organizado para celebrar su cuarto centenario. El público, muy numeroso, recibió al cantaor entre aclamaciones y lo despidió puesto en pie después de hora y media de recital entusiasta y entregado. La noche arrancó, entre la expectación y la devoción, con el pregón 'El uvero' al que sucedieron soleares, fandangos, bulerías, alegrías, tangos y coplerías, término con el que Poveda alude a los cantables de Quintero, León, Quiroga y Solano. De los palos fundamentales a los festeros, Miguel convenció con fraseo claro, amplitud de registros, acierto en los melismas y riqueza en los matices. Como siempre, fue sobrio en el cante y medido en el gesto.  

Quedan en la memoria la jondura del 'Romance de la dulce queja', con texto de Lorca y música de Chicuelo; la gracia y la socarronería de las bulerías 'Alfileres de colores' y '¡Qué borrachera!', y la nostalgia de las coplerías 'La radio de mi madre'.

Dando vigencia a lo que empieza a darse por trasnochado, Poveda sentenció a favor del cante.
  


'Alfileres de colores'
MIGUEL POVEDA
   
 
'MIGUEL POVEDA',
MIGUEL ÁNGEL POVEDA LEÓN, 
13-II-1973, Barcelona, España.
Cantaor.
 
Artículo publicado por MARIAN PIDAL el 20 de enero de 2008 en el periódico 'El Comercio', de España.
 
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OPINIÓN: EL BALLET 'ANNA KARENINA': CRÍTICA MUSICAL DE MARIAN PIDAL.

TOLSTÓI, NARRADOR
INFATIGABLE,
CRÍTICA MUSICAL DEL BALLET
'ANNA KARENINA'
MARIAN PIDAL






Lev Tolstoi nació tal día como hoy hace 186 años. Casi dos siglos después, sigue siendo considerado uno de los novelistas más excelsos del siglo XIX. Como tantos escritores contemporáneos de prestigio enmarcados en la corriente del Realismo, fue un excelente confeccionador de perfiles humanos y un sutil observador del mundo que le rodeaba.
 
Nació en Rusia en 1828 en el seno de una familia perteneciente a la nobleza. El hecho de formar parte de una clase privilegiada tuvo más importancia en su vida y en su obra de lo que a priori podría parecer.
 
Hijo de condes, Lev tuvo acceso a la Universidad -que pronto abandonó- circunstancia que abrió su mente al arte y a la intelectualidad. No obstante, antes de convertirse en un extraordinario escritor, pasó por experiencias cotidianas para los sectores de la sociedad menos afortunados. Acumula deudas de juego, conoce los estragos que la enfermedad produce en cuerpos ajenos y los sufrimientos que conlleva la carrera militar cuando se convierte en brigada de artillería. Pero, la vida militar no cuadraba con su espíritu bohemio. Se significa políticamente simpatizando con el anarquismo y defiende el pacifismo frente a la violencia.
 
A lo largo de su vida pasó por contradicciones que dejaron profunda huella en su ánimo. De ser un protegido del destino y vivir entre lujos y caprichos pasa a convivir con los campesinos explotados y funda para sus hijos una escuela, de la cual sería 'alma mater' como profesor, pedagogo y autor de libros escolares.
 
Una neumonía pone fin a su vida en 1910. Entonces, ya era una figura legendaria incluso para quienes no llegaron a conocer el valor artístico de su obra.
 
Entre sus títulos más renombrados figuran 'Los Cosacos', 'Guerra y paz', 'La muerte de Iván Ilich', 'Iglesia y Estado' y 'Anna Karenina'.
 
Los escritos de Tolstói han sido adaptados en numerosas ocasiones al cine, la televisión y el ballet. Sin duda, 'Guerra y paz' y 'Anna Karenina' han sido las más recurrentes.
 


 
En 2006, tuve el placer de ver el ballet 'Anna Karenina' en versión de la compañía Eifman Ballet Theatre.
 
A continuación, os dejo la crítica que publiqué sobre aquella gala:
 
 
'COREOGRAFÍA DE UN DRAMA'
 
FESTIVAL DE DANZA DE OVIEDO
Intérprete: Eifman Ballet Theatre.
Obra: 'Anna Karenina'.
Lugar: Teatro Campoamor.
 

El Festival de Danza de Oviedo se clausuró el viernes con la actuación de la compañía rusa Eifman Ballet Theatre que puso en escena 'Anna Karenina', un ballet basado en la novela homónima de Lev Tolstói, coreografiado por Boris Eifman sobre una selección musical de Tchaikovsky. Desde su estreno en el Teatro del Conservatorio de San Petersburgo, hace poco más de un año, los primeros bailarines de la compañía se han repartido los papeles principales. Maria Abashova y Vera Arbuzova han dado vida a Anna Karenina; Yuri Smekalov y Alexei Turko, a Vronsky, y Albert Galichanin  y Oleg Markov, a Karenin.

 
La dirección artística de Boris Eifman, eterno iconoclasta, militante del antiacademicismo, recrea en el montaje de ‘Anna Karenina’ las contradicciones de tres personajes torturados envueltos en un adulterio que desemboca en tragedia. Crónica de un drama anunciado. Tres perfiles psicológicos complejos ante el desafío de reflejar caracteres y sentimientos a través de la danza. El papel de Anna refleja la dualidad de la heroína, mundana y familiar a un tiempo, que se debate entre el amor de madre y esposa y la pasión de amante. Técnicamente, resulta comprometido y agotador porque exige el refinamiento, la pasión y la ductilidad que permiten al espectador disfrutar los matices que exhibe la Karenina frágil, abandonada al amante, y la Karenina rebelde que abandona al esposo.
 
El rol de Vronsky está pensado para un bailarín elegante y atlético; el preferido por Eifman. Tiene que resultar seguro en las elevaciones y expresivo en el gesto y dotar a su interpretación de sensualidad y magnetismo. Karenin, atormentado por la traición, es el estereotipo del danzarín poderoso, equilibrado y visualmente sólido.
 


 
El cuerpo de baile, indiscutiblemente uniforme y dinámico, traza sin descanso líneas de fuerza que convergen y se dispersan dando geometría a los espacios. Vistoso en el baile de máscaras; cercano al music-hall en el brindis y rabiosamente contemporáneo en el submundo de espectros y conciencias que rodea a la protagonista.
 
Las luces, proyectadas con discreción; la maquinaria, el atrezzo y los efectos especiales se aplicaron con justeza. El vestuario, espléndido, reforzó las metáforas recurriendo a una simbología cromática que enfatizó situaciones y estados de ánimo. Producción soberbia para cautivar al público que llenaba el Campoamor y que premió la labor del Eifman Ballet Theatre con una prolongada ovación.



LEV NIKOLÁIEIVICH TOLSTOI,
9-IX-1828, Yásnaya Poliana, Rusia/
20-XI-1910, Astápovo, Rusia.
Escritor.
 
Crítica escrita por MARIAN PIDAL y publicada el 23 de abril de 2006 en el periódico 'El Comercio', de España.
 
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YO MISMA: COMPAÑÍA ANTONIO GADES: CRÍTICA MUSICAL.

GADES EN EL RECUERDO,
CRÍTICA MUSICAL
DEL ESPECTÁCULO
'CARMEN'

MARIAN PIDAL


 
Hace unas semanas visitó Asturias la 'Compañía Antonio Gades'. Por motivos personales, no pude ver su actuación y lo sentí porque es una de las compañías de danza más sólidas de España.
 
Guardo un gran recuerdo de su paso por Oviedo hace ocho años cuando visitaron el Teatro Campoamor para bailar 'Carmen'. Entonces, escribí para el periódico 'El Comercio' la crítica que os dejo a continuación:
 
 
 
ANTONIO GADES

 

'EN MEMORIA DE GADES'
Festival de Danza de Oviedo
Intérprete: Compañía Antonio Gades.
Obra: ‘Carmen’.
Lugar: Teatro Campoamor, Oviedo.


La tercera edición del Festival de Danza de Oviedo recibió el martes la puesta en escena del ballet ‘Carmen’ a cargo de la Compañía Antonio Gades. Bajo la dirección artística de Stella Arauzo, un nutrido grupo de bailarines, tocaores y cantaores, técnica y artísticamente impecables, revivió una obra estrenada en 1983 por el genial bailarín Antonio Gades. Como entonces, coreografía, iluminación, argumento y hasta algunos fragmentos de la partitura, llevan su sello y conservan la frescura y la fuerza que hicieron de este ballet una obra de referencia para la danza española.
 
A telón bajado se escucha la obertura de la ópera ‘Carmen’ de Georges Bizet. El espectador asiste a una clase de baile en la que se ultima una representación de ‘Carmen’. Los bailarines, con un vestuario colorista dentro de la sencillez, evolucionan entre los jaleos aparentemente descuidados de tres guitarristas y dos palmeros. El drama de la heroína de Mérimée y la historia de los personajes que se encuentran en escena se fundirán de forma inexorable.
 
Adrián Galia -extraordinario y rotundo en el rol de Don José- dirige el ensayo. Capotes, sillas de enea, mesas y espejos componen un decorado sobrio. Los bailarines se entrecruzan y arremolinan de manera efectista; como a Gades le gustaba hacer en el teatro y en el cine. Las luces pierden intensidad y se escucha, en una evocación lorquiana, la rumba ‘Verde que te quiero verde’.
 

ADRIÁN GALIA


La coreografía se desgaja en figuras que preparan la entrada del Torero, eficazmente interpretado por Antonio Hidalgo. Se suceden los ritmos poderosos de palmas, guitarras y tacones hasta que Stella Arauzo, hace su apoteósica aparición con las notas que Bizet compuso para la escena de las cigarreras. Temperamental y rotunda, sigue siendo después de veinte años la Carmen de Gades por antonomasia. La escena se agita en una coreografía que combina meticulosamente las percusiones violentas y los silencios sobrecogedores. Carmen se recrea en la habanera y la compañía se arranca por bulerías y parodia el número del Toreador.
 
Sevillanas y martinetes preceden al intenso duelo de bastones que se sosiega con la imagen del Torero vistiéndose ante el espejo. Unos compases del pasodoble ‘El Gato Montés’ visten el escenario de fiesta. Carmen, Don José y el Torero buscan su espacio y se enfrentan a un destino conocido de antemano. Cae el telón. Ovación de gala en una noche memorable.

 
Crítica publicada el 6 de abril de 2006 por MARIAN PIDAL para el periódico 'El Comercio', de España.

YO MISMA: EVA LA YERBABUENA: MI CRÍTICA MUSICAL.


EVA YERBABUENA, BAILAORA
 
CRÍTICA DEL ESPECTÁCULO
'SIEMPRE EVA'
MARIAN PIDAL







 

'YERBABUENA: TRADICIÓN Y JONDURA'



Festival de Danza de Oviedo:

Intérprete: Ballet Flamenco Eva Yerbabuena.
Programa: 'Eva'.
Lugar: Teatro Campoamor, Oviedo.

 
La compañía de Eva Garrido 'Yerbabuena' triunfó el martes en  el Festival de Danza de Oviedo con el ballet 'Eva', un homenaje al flamenco eterno, abonado al éxito desde su estreno en 1998.
 
'Eva' se presenta como un espectáculo de tablao, de frente al público. 
 
Al fondo del escenario vacío, en la oscuridad iluminada tenuemente por sencillos juegos de luces, se sitúan los músicos. Ante ellos evoluciona el cuerpo de baile, disciplinado, geométrico y estatuario; marca de 'la casa'. 

Yerbabuena aparece sentada junto a un gramófono del que se escapan melodías que proponen el argumento a desarrollar: un recorrido por los palos más genuinamente bailables. Tradición. La bailaora se levanta y compone figuras de cartel; impresiona instantáneas fotográficas. Enrique Soto, Pepe de Pura y Rafael de Utrera, siempre eficaces en el cante de atrás, inician una ronda de tonás que cuentan historias de fragua y presidio.    
 
Llegan los aires festeros con las bulerías ‘Rarapata’. Baile antiguo, de poder, a cargo de Luis Miguel González, Eduardo Guerrero y Juan Manuel Zurano para dar paso a La Yerbabuena introspectiva de la granaína 'Torre de la Vela'. Sobria, reflexiva, trazando equilibrios imposibles, jugando con la cola de la bata en unos pocos centímetros, se desborda en un palo de compás libre que se anima con ráfagas de rondeña y fandango de Granada. Duende.
 
Mercedes de Córdoba y Sonia Poveda acompañan a los bailaores en una seguirilla ligera, 'De la Cava', concebida para el lucimiento del taconeo imperioso. La flauta de Ignacio Vidaechea deja escapar melodías de 'nuevos flamencos'. De negro riguroso, solemne como Carmen Amaya, Eva se agita por soleares de Triana en la escena 'Del puente'. Manuel López -cajón y djembé- y Paco Jarana y Manuel de la Luz -guitarras- la jalean y conducen hasta una bulería que se serena cuando la bailarina lidia un toro imaginario con los vuelos del vestido, como una gitana vieja. Jondura.
 
La compañía se despide con ‘Tiempo al tiempo’ y los tangos extremeños 'Chirrín-Malacatín'.
 
Eva Yerbabuena cierra el espectáculo como lo abrió: sola, sentada junto al gramófono. Cumbre.
 
Artículo publicado por MARIAN PIDAL en el periódico 'El Comercio', de España, el 30 de marzo de 2006.
 
 
'EVA LA YERBABUENA',
EVA GARRIDO,
Frankfurt, Alemania, 1970.
Bailaora y coreógrafa. 

YO MISMA: ROCÍO MOLINA: MI CRÍTICA MUSICAL.

ROCÍO MOLINA,
BAILAORA
 
Crítica Musical
MARIAN PIDAL

Rocío Molina y Yo

 

La fotografía que cuelgo fue tomada el día que conocí a Rocío Molina. Yo era una de las personas ivitadas a participar en una rueda de prensa en la que la bailaora hablaría del espectáculo que al día siguiente interpretaría en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo.
 
A simple vista, me pareció una adolescente tímida -tenía veinte años, pero no los aparentaba-, pequeña y rellenita. En cuanto cruzamos unas palabras noté su fuerte personalidad y una sorprendente seguridad en sí misma.
 
Seguimos hablando en la cena posterior a la rueda de prensa y, entonces, no lo dudé. Si se lo proponía se comería el mundo. Lo dije y tengo testigos. La intuición no me falló. Claro que se comió el mundo; a bocados. Tanto, que hoy es una de nuestras bailaoras más internacionales.
 
Recuerdo que al despedirnos le dije: 'Rocío, por muy alto que llegues, no pierdas nunca esa sencillez que te hace tan grande'. Sin inmutarse me contestó: 'No hay problema. Mi madre me ha educado muy bien'.
 
A continuación, os dejo la crítica que publiqué después de verla bailar en directo:
 

'PURA SANGRE FLAMENCA'


El Auditorio Príncipe Felipe se llenó el jueves para ver a Rocío Molina, una bailaora y coreógrafa malagueña que a los veinte años puede presumir de tener compañía propia y de haberse desprendido de la incómoda etiqueta de niña prodigio para convertirse en una de las figuras más atrayentes del panorama flamenco actual.
 
Sus actuaciones son un viaje de ida y vuelta; un recorrido por el túnel del tiempo arrastrando el equipaje de la sabiduría y el misterio del baile ancestral.
 
Respondiendo a la invitación de Tribuna Ciudadana, Rocío Molina se presentó en Oviedo acompañada por el toque de Manuel Caza y Paco Cruz; las voces de Antonio Campos y David Lagos -infalible en el cante de atrás desde hace años-; el cajón flamenco de Sergio Martínez, y las palmas de Laura González.
 
Baile, toque y cante se unieron para abrir boca con unas malagueñas, palo que en la actualidad se baila muy poco, y unos tangos de Málaga con un deje de El Piyayo. Rocío optó por la sobriedad, hasta en el vestido, y tanteó el escenario mientras oscilaba entre la quietud de las figuras y la agitación, sin derroche, de vaivenes y contorsiones.
 
Recortó los espacios con precisión y se sumergió en una coreografía abrumadoramente intimista; se obstinó en que los pateos y las convulsiones fuesen los justos; se plegó a las insinuaciones de la guitarra y se acomodó con naturalidad a los cambios de ‘tempo’. A partir de ahí, la magia se apoderó de la escena y se alió con la dulzura y la sensualidad de la guajira. Rocío paseó el escenario solemne pero sin arrogancia; se cimbreó sin romperse y se aferró al suelo sin resultar estática.
 
Cuidó con mimo la puesta en escena y estrenó para la ocasión una delicada bata de cola pintada a mano por su madre. Entre los volantes guardaba un abanico que movió con efinamiento mientras giraba las muñecas sin descanso ‘de dentro a fuera’, como aconsejaba Vicente Escudero, y las manos rendían culto a la improvisación. Al fondo, el cantaor intercalaba breves recitados en la guajira; ecos amables de Pepe Marchena.
 
La bailaora se acogió al respiro que le brindó un pasaje vocal a palo seco y reapareció ataviada con su vestido preferido, el que está confeccionado con la tela de un sari indio. Las tablas se sobrecogieron con el dramatismo y la hondura de la soleá. Rocío se afanó por atrapar ondulaciones febriles y aleteos raciales; por asentar braceos limpios y zapateados contundentes. Al compás de los jaleos arrebatados de los músicos, la soleá se aceleró camino de la bulería hasta que el auditorio estalló en aplausos. Fue el poder del flamenco.
 
Artículo publicado por MARIAN PIDAL en 2005 en el periódico 'El Comercio', de España.