JACQUES BREL,
LA VOZ DE LA CONCIENCIA
MARIAN PIDAL
En la década de los sesenta, Jacques Brel deslumbró en la sala Olympia de París, el templo sagrado de la música comprometida e inconformista.
El destino se ocupó de que el cantautor belga, el más grande de la historia de la canción francófona, naciera en un territorio, Le Plat Pays, acosado por la bruma y el cielo gris.
Y, tan caprichoso como imprevisible, también el destino decidió que sus restos reposaran en un paraíso natural, diáfano y apacible, en las islas Marquesas, muy cerca de la tumba de Paul Gauguin.
La vida de Brel, jalonada de contrastes, marcó su inconmensurable trayectoria profesional.
JACQUES BREL
A mediados de los cincuenta, Jacques Brel se aferra a una guitarra y con el espíritu ingenuo e idealista de un boy scout escribe canciones teñidas de nobles sentimientos y sueños de adolescencia.
Se establece en París y busca refugio entre las candilejas y los pequeños escenarios de los cabarets bohemios.
No pasa desapercibido. Imposible. Es un joven tímido, de aspecto desvalido, que canta con una fuerza impactante. 'Tienes que escuchar a Brel', se dice insistentemente.
Las
discográficas presienten un filón. Quién puede resistirse a un artista que
canta con tal sinceridad; que desafía a los poderosos y se alía con los
marginados.
Falta tiempo para que en mayo de 1968 la sociedad explote en una
tormenta de reivindicaciones pero el
caldo de cultivo del desencanto se cuece en incontables fogones.
Brel graba 'Quand on n'a que l’amour', balada tierna en la que conjura al amor para combatir
las miserias de los suburbios y dialogar con los cañones.
El trovador se
convierte en mito. Se suceden las interminables giras de conciertos; se
saborean las ventas millonarias de discos; se palpa la influencia social, a pie
de calle y en los ámbitos de poder, de un intérprete racial, único.
De él se
espera un nuevo paso al frente; que su voz siga sonando auténtica en cada
verso; que sea el abanderado de los que están obligados a callar. Brel lo sabe
y le pesa la responsabilidad pero no defrauda. Si acaso, aspira un poco de aire
fresco y se relaja dramatizando argumentos menos profundos.
Libera su vena
cómica, agridulce y sutil, para escribir temas impagables: 'Madeleine', 'Rosa', 'Les remparts de Varsovie', 'Les Bonbons', 'Le Gaz', 'Comment tuer l'amant de
sa femme…', 'Le caporal Casse-Pompon', 'Les paummés du petit matin'.
Jacques agranda su repertorio alternando historias de lucha -'Les bourgeois', 'Il nous faut regarder', 'La quête'-; de amistad -'Adieu l'Émile', 'Fernand', 'Jef', 'Jojo'-; de ciudades -'Amsterdam', 'Bruxelles'-; de interioridades -'Les pieds dans le ruisseau', 'Sur la place', 'Il pleut'-.
El Brel más genuino se revela en los textos que dibujan perfiles femeninos y en las canciones de amor: 'Mathilde', 'Clara', 'Titine', 'La chanson des vieux amants'.
A su lado, empequeñecido el resto de su producción, se alza 'Ne me quitte pas', quizás el poema de amor más bello jamás escrito; una oda al perdón y a la generosidad; un grito a bocajarro; una súplica a corazón abierto; la canción de canciones que sublima un legado soberbio.
Jacques Brel
interpreta
'Ne me quitte pas'
Jacques Brel exprimió
la vida como escritor, músico, actor, patrón de barco, aviador, exquisito
gourmet y ávido lector cervantino.
Retirado de los escenarios desde 1977, nunca
dejó de componer.
Vivió de pie hasta que un mes de octubre, en 1978, se fue tan
silenciosamente como había llegado. Desde entonces, cada octubre es más triste
y con cada aniversario, más dolorosa su ausencia. Grand Jacques.
GALERÍA FOTOGRÁFICA
'JACQUES BREL',
JACQUES ROMAIN GEORGES BREL,
8-IV-1929, Shaerbeek, Bélgica/
9-X-1978, Bobigny, Francia.
Cantante, compositor, poeta y actor.
El texto que acompaña a este artículo fue publicado por MARIAN PIDAL en 'El Comercio', periódico de España.
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